No debería sorprenderme pero esta sensación me ha dejado un poco mosca. Cuando visitas un país que es un referente en este mundo, con todo tan bien organizado, con todas sus comodidades, con sus servicios y ventajas para casi cualquiera de sus habitantes, lo que menos te esperas es encontrarte con gente que quiere salir de allí.
En un viaje relámpago como el que tuve que hacer no puedes hablar demasiado con casi nadie, los taxistas siempre te dan conversación y dio la casualidad que el primero que cogí fue italiano. Después de las preguntas de rigor y de las simpatías por razón de latinidad mediterránea me confesó que llevaba 2 años haciendo “pasta” con la idea de volver a su añorada Italia.
“Esto no es lo que parece, todo el mundo va a lo suyo y eso que hoy tenemos suerte con el tiempo…”
Al hacer el trayecto de vuelta me di cuenta que yo iba a contribuir a su regreso un poco más rápido puesto que me había cobrado 2 libras más que el taxi de retorno. En fin.
El tipo que me devolvió al aeropuerto se llamaba Tom, un ex-yugoslavo de casi dos metros que no cabía en el taxi, amante de la música trance a todo volumen, de los Aston Martin y de los Ford Focus… si van llenos de chicas. Por lo que hablamos, se volvería a su país en el primer avión aunque también me dijo que se iría a Valencia si pudiera(??).
Tras una hora de viaje, par de frenazos bruscos y un volantazo a tiempo, pero que muy a tiempo, me depositó algo bajo de color en la terminal 3.
Con ese mal cuerpo y teniendo unas horas por delante se me ocurrió pensar en la necesidad de volver a casa de todos los que se ven forzados a salir.
Os dejo alguna foto más,
No lo dices, pero al estar clasificada en England supongo que se trata de la pérfida Albión. A mi no me extraña mucho que la gente que no es de allí quiera irse a su casa. Por un lado están los ingleses, que son como son…, por otro no es nada divertido ser extranjero. Ya lo cantaba Peter Gabriel en los 80: «you may look like we do, talk like we do, but you know how it is; you’re not one of us».
Un abrazo.